«Tras el diagnóstico, fui a ver posibles centros.Una vez llegué a Horizonte Azul, terminó mi búsqueda. Primero, por el entorno. Sabía que le iba a encantar. Cerca de la playa, con un montón de cesped fuera, respiraba libertad. Segundo, por Silvia. Imposible no enamorarse de ella a primera vista. Es la dulzura personificada y en cuanto hablé con ella, tuve la certeza de que todo iría bien. Mi hija también sucumbió a sus encantos. Y a partir de ese día, se obró la magia.»